En varias zonas del norte de México habitan unos animales muy particulares, se trata de los perritos de la pradera.
No, no se trata de una raza de perro, ni parecen coyotes o lobos, de hecho son de la familia de los roedores.
Aspectos interesantes sobre los perritos de la pradera
Los perritos de la pradera son roedores parecidos a las marmotas, los cuales habitan en las praderas y pastizales de Nuevo León, Coahuila, San Luis Potosí y en menor medida en otras entidades del país.
Existen dos variedades: el Cynomys ludovicianus y el Cynomys mexicanus, siendo estos últimos los que habitan en territorio neoleonés.
Pesan entran 800 gramos y 1.2 kilogramos en vida silvestre y su pelaje es de color amarillento.
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Pueden vivir en promedio 4 años, aunque en cautiverio pueden vivir más tiempo.
Destacan por su característica posición, ya que suelen estar sobre sus dos patas traseras, como lo hacen las suricatas.
Son excelentes excavadores, ya que no solo excavan para construir sus madrigueras, sino que construyen túneles, los cuales pueden alcanzar hasta 1.5 metros de profundidad y 300 metros de longitud.
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Se alimentan preferentemente de hierbas, aunque también incluyen en su dieta algunos granos.
El motivo de su nombre se debe a que emiten unos extraños chillidos, parecidos al ladrido de un perro.
Habitantes importantes de Nuevo León
La importancia de estos animalitos es enorme para las praderas en las que viven, ya que al cavar hoyos van removiendo los nutrientes de la tierra, semillas y favorecen la filtración de agua en los suelos.
En Zacatecas están prácticamente extintos, mientras que en Coahuila y San Luis Potosí quedan pocas colonias, es en el municipio de Galeana, Nuevo León, en donde más perritos de la pradera existen.
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En peligro de extinción
Desafortunadamente, a pesar del gran papel que juegan en los pastizales del norte de México, los perritos de la pradera están en peligro de extinción.
Las actividades agrícolas y de construcción han provocado la destrucción del hábitat de estos roedores, además de que son cazados al considerarlos una plaga o un peligro para los cultivos, cuando en realidad benefician a los pastizales.
Ante esto es necesario generar consciencia sobre la necesidad que existe de protegerlos, de lo contrario se extinguirán trayendo consigo un grave desequilibrio ecológico.